Las once de la noche del día
veinticinco de diciembre y el milagro no sucede. La literatura, , el
teatro, el cine, la televisión, los cómics, la música o cualquier
otra forma de expresión artística nos muestra la navidad como el
tiempo mágico en el que los imposibles suceden y hacen de una penosa
época en la que rememoramos el nacimiento de un muerto algo hermoso
e inolvidable, un prodigio que te espolea para salir de tu miseria.
Hace ya un rato que terminamos de
cenar, la comida era buena y el sabor del vino aún estaba presente
en mi boca. Los demás reían un chiste pero yo estaba absorto en mis
pensamientos sobre la mágica naturaleza de estas fechas. El tiempo
se me escurría entre los dedos esperando una señal. En el fondo...
algo dentro de mi me susurraba que esa noche la magia estaba de
huelga en nuestro sector. Esa voz fracturaba mi esperanza en finas
astillas que utilizaba para limpiarse el hueco entre los dientes que
poblaban sus multitudinarias hileras de colmillos. Trituraba la única
idea que podía sacarme del trance.
Las once y cuarto. Nuestra hazaña
navideña había gozado del paréntesis mágico formado por la noche
buena y el mismo día de navidad, pero nada sucedía. En tres cuartos
de hora toda ilusión y esperanza se vería irremediablemente
condenada a un profundo pozo del que no hay salida. En el habitan
pequeñas y oscuras criaturas sin ojos y con miles de bocas que se
alimentan de todo lo que un día te hizo feliz y perdiste.
Recordando a Pigmalión decido tener un
papel más activo en la búsqueda de mi propio milagro y envío una
misiva. Son las once y media cuando termino de redactarla y la mando,
el encargado cósmico de los milagros goza de media hora para obrar
su tarea.
El niño sueña esa noche con su figura
de acción favorita, la adolescente con un teléfono de última
generación, el padre con el bien de sus hijos y los abuelos con
gozar del don básico de la vida para alcanzar una nueva natividad
junto a los que aman, los moribundos con el beso de la fría y
hermosa muerte y yo con mi pequeño milagro personal.
El día agoniza cuando mi señal
obtiene respuesta. ¿Era posible que todos los cuentos que moran en
mi recuerdo atesoraran en su interior un atisbo de veracidad?
Aquellas palabras carecían de toda
chispa de prodigio, los cuentos me mintieron, la navidad no me
deparaba ningún fenómeno extraordinario.
Levante la cabeza y vi la extrañada
mirada de mis comensales. En su mirada leía con asombrosa facilidad
el desconcierto. Me obligué a sonreír y en un hilo de voz dejé
flotando las palabras.
“Quizá en otra ocasión, el
calendario rebosa fechas milagrosas”.
Thor Vargen, the sadness of
your maker hand.
1 comentario:
Parece mentira que no sepas que los fenómenos extraordinarios son la combinación de trabajo y conocimiento, mezclados con un golpe de suerte, algo que muchas veces también se puede trabajar.
Aprende a trabajar esos factores, no es tiempo de lamentarse, es tiempo de construir.
Publicar un comentario