viernes, diciembre 30, 2011

La navidad, tiempo de milagros.


     Las once de la noche del día veinticinco de diciembre y el milagro no sucede. La literatura, , el teatro, el cine, la televisión, los cómics, la música o cualquier otra forma de expresión artística nos muestra la navidad como el tiempo mágico en el que los imposibles suceden y hacen de una penosa época en la que rememoramos el nacimiento de un muerto algo hermoso e inolvidable, un prodigio que te espolea para salir de tu miseria.

     Hace ya un rato que terminamos de cenar, la comida era buena y el sabor del vino aún estaba presente en mi boca. Los demás reían un chiste pero yo estaba absorto en mis pensamientos sobre la mágica naturaleza de estas fechas. El tiempo se me escurría entre los dedos esperando una señal. En el fondo... algo dentro de mi me susurraba que esa noche la magia estaba de huelga en nuestro sector. Esa voz fracturaba mi esperanza en finas astillas que utilizaba para limpiarse el hueco entre los dientes que poblaban sus multitudinarias hileras de colmillos. Trituraba la única idea que podía sacarme del trance.

     Las once y cuarto. Nuestra hazaña navideña había gozado del paréntesis mágico formado por la noche buena y el mismo día de navidad, pero nada sucedía. En tres cuartos de hora toda ilusión y esperanza se vería irremediablemente condenada a un profundo pozo del que no hay salida. En el habitan pequeñas y oscuras criaturas sin ojos y con miles de bocas que se alimentan de todo lo que un día te hizo feliz y perdiste.

     Recordando a Pigmalión decido tener un papel más activo en la búsqueda de mi propio milagro y envío una misiva. Son las once y media cuando termino de redactarla y la mando, el encargado cósmico de los milagros goza de media hora para obrar su tarea.

     El niño sueña esa noche con su figura de acción favorita, la adolescente con un teléfono de última generación, el padre con el bien de sus hijos y los abuelos con gozar del don básico de la vida para alcanzar una nueva natividad junto a los que aman, los moribundos con el beso de la fría y hermosa muerte y yo con mi pequeño milagro personal.

     El día agoniza cuando mi señal obtiene respuesta. ¿Era posible que todos los cuentos que moran en mi recuerdo atesoraran en su interior un atisbo de veracidad?
Aquellas palabras carecían de toda chispa de prodigio, los cuentos me mintieron, la navidad no me deparaba ningún fenómeno extraordinario.
Levante la cabeza y vi la extrañada mirada de mis comensales. En su mirada leía con asombrosa facilidad el desconcierto. Me obligué a sonreír y en un hilo de voz dejé flotando las palabras.
“Quizá en otra ocasión, el calendario rebosa fechas milagrosas”.

Thor Vargen, the sadness of your maker hand.

1 comentario:

Malkav dijo...

Parece mentira que no sepas que los fenómenos extraordinarios son la combinación de trabajo y conocimiento, mezclados con un golpe de suerte, algo que muchas veces también se puede trabajar.
Aprende a trabajar esos factores, no es tiempo de lamentarse, es tiempo de construir.

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