miércoles, diciembre 07, 2011

Vagar donde los barcos muertos varan.



      Un día se despertó y al mirarse al espejo no le gustó lo que vio.
 La noche había sido fría y para ser justos, aún le hacía compañía ahí fuera reticente a morir a manos del sol.
Solía llamarle ElLobo y era curioso, dado que siempre se sintió como tal, un hombre fuerte, vital y líder aunque hacía tiempo que la convicción se diluía en la oscuridad.

     El espejo devolvía una mirada tan azul como de costumbre, aunque teñida de pavesa y tristeza. Sus ojos quedaban rodeados por un halo de ojeras que se tornaba infinito, alimentado por el hecho de no recordar lo que era dormir más de un puñado de horas seguidas.

     La tristeza le había hecho presa y lo arrastraba sin compasión por campos yermos apartados de toda felicidad. ElLobo luchaba lo mejor que podía y sabía. Ahí en pie frente al espejo veía en lo profundo del refejo la luz de los faros que le guiaban fuera de la zona muerta en la que se hallaba. Eran pequeños fogonazos que tomaban la forma de su cuerpo femenino, su rostro, su sonrisa.

     El teléfono sonó y la melodía tiñó el aire sin compasión y sin tener en cuenta que el gallo aún no había realizado su trabajo matutino. Al otro lado de la linea esperaba alguien a quien ElLobo quería mucho pero a quien temía cansar con sus quejas y lamentos. Temía cansarle tanto como cansado se encontraba el mismo, de estar mal, de sentirse hundido. Decidió no descolgar.

     Siempre había sido un luchador, obligado por las vicisitudes de la vida a recorrer los caminos de su existencia con independencia y a aplicar las enseñanzas obtenidas en libros o callejuelas por su cuenta.
En una ocasión alguien que sabía más le miró directamente a los ojos y le dijo que era un viejo atrapado en el cuerpo de un muchacho. Que su alma era antigua y que no había logrado encontrar el camino. No le tomó muy en serio pero pasado un tiempo y enfrascado en la espiral de melancolía y quebranto, comenzó a sentirse así.

     Si su madriguera está donde está ella, ahora era un sin techo y es que no hay nada más triste que ver (como el maestro solía decir) al sol morirse de ganas de dar de lleno en la pared de un cuarto sin ventanas.

     Apoyadas las manos contra el frío mármol y con la mirada clavada en la bruñida superficie que devolvía la imagen de las cenizas de lo que un día fue, ElLobo se percató de una verdad gnómica: el guerrero tiene en su vida una infinidad de batallas por librar, en la mayoría el acero es suficiente herramienta para resolver la encrucijada, pero las guerras más salvajes y sangrientas son aquellas que tienen como enemigo a quien no puede ser atravesado y en las que solo se cuenta como arma con las doblemente afiladas paciencia y tiempo.

     Se enderezó dejando caer la melena a su espalda desnuda y surcada de cicatrices. Caminó hasta la ventana y allí donde el astro rey comenzaba a bañar el cristal, impregnó con su vaho el vidriado. Luego escribió con su dedo índice el nombre de ella, un instante antes de decidir si tacharlo...

Thor Vargen, the sadness of your maker hand.

1 comentario:

Prosi dijo...

Joer, que BUENO caballero. Me encanta :-) No noto referencia alguna a un personaje conocido en el articulo, más allá del protagonista, pero es fuerte, es duro, es intenso y me encanta la reflexión final. Dele !

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