sábado, junio 08, 2013

Una primera vez




Me sorprende la facilidad con la que penetra. La piel y la carne se separan timidamente, casi abrazando el invasor. Ella no se puede contener y suelta un gemido, una pequeña protesta, que se acrecenta con cada milímetro que invado de su cuerpo.

Estoy nervioso y excitado, intento contenerme, disfrutar del instante sin devorarlo, paladeando cada momento. Ella tira y jala de los lazos que atan sus brazos y piernas, contrae la mandíbula en una profunda dentellada sobre la mordaza y pone los ojos en blanco.
Se humedece, gotea y casi chorrea. Sus fluidos hacen más fácil que entre y salga, pero por momentos resbala, lo que me hace perder el ritmo.

Procuro recordar cada palabra que he leído al respecto, el método correcto para prolongarlo al máximo, como tener su atención todo el tiempo... No quiero cometer ningún error de novato, aunque eso sea lo que soy.

Por un instante pierdo el autocontrol y la disciplina, empujando con más fuerza de la que deseaba, provocando alaridos por su parte, lo cual, lejos de desanimarme, me motiva a seguir.

Intento no centrarme en lo obvio, trabajado cada parte de su cuerpo. Cada curva, desde la comisura de los labios (que no puedo evitar lamer compulsivamente) o su lengua, que mordisqueo. Cada pliegue que encuentro en su tersa y muy mojada piel.

Hace ya unos minutos que estoy satisfecho, pero ella aun sufre algún espasmo y se retuerce, lo que interpreto como una señal para seguir un poco más, hasta que por fin la tensión de su cuerpo disminuye, el puente de su espalda desaparece y queda acostada.

Deshago los nudos y lazos, retiro la mordaza y me acurruco a su lado. Es increíble, todo está empapado, ella está empapada, las sábanas están empapadas (dudo que sean rescatables), yo estoy empapado, pero sobretodo estoy contento. Acaricio uno de sus pezones (quizá me excedí con ellos) y sonrío, luego dejo escapar una leve risa y termino doblándome en una incontrolable carcajada de éxtasis y liberación.

Me pongo en pie y la observo, tendida, hermosa. ¿Cual era su nombre? No logro recordarlo. Que diferente habría sido todo si no hubiera decidido salir esta noche. Quizá si se hubiera quedado en casa. Quizá si le hubiera apetecido ir al cine en lugar de a la discoteca... El pensamiento vuelve a hacerme reír.

La habitación está tranquila, de la calle entra la luz de la luna, que rivaliza con la luz de la pantalla del teléfono que dejó en la mesita de noche. No ha parado de vibrar, aunque no es que le prestara demasiada atención. Desbloqueo la máquina y veo que las llamadas son de su madre, cinco en total. Lo bloqueo y vuelvo a mirarla. Tendida puedo observar mi obra. Su cuerpo es ahora un mapa de mis pasiones, cada puñalada ha dejado una herida, fea y escarlata, que forma un patrón de la brutalidad con la que la he tratado. Me gusta el color de su sangre, más carmesí al esparcirse que el negro brillante en el momento de brotar.
Atesoro cada imagen en mi cabeza, como fotografías mentales, consciente de que pronto esa hermosa figura desfigurada por mi se disolverá para siempre.

Me miro al espejo de cuerpo entero. La sangre cubre casi todo mi cuerpo, desnudo salvo por la daga que aun sostengo y no he soltado desde que la saqué de debajo de la almohada.
Aun puedo saborear la mezcla de su saliva, sangre y el terror de su mirada al verme alzar la brillante hoja sobre mi cabeza.
Desanimado ante la perspectiva del trabajo restante, pero satisfecho por como ha salido todo esta noche, me relamo pensando en la próxima ocasión. Hasta entonces...

Tranquila, querida, nunca te olvidaré.

Thor Vargen, the fury of your maker hand.

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