miércoles, julio 30, 2014

Nunca habiturarse


De cuando en cuando me viene a la mente que es algo a lo que nunca terminas de acostumbrarte. Y gracias.

A lo mejor es el primer contacto con el aire frío y veloz en la cara al salir del coche. Sentirlo mesar mi barba.

Quizá sea el olor tan característico. El murmullo de la gente que habla en susurros y el sonido de las cintas desplazando equipajes a horas intempestivas. Las caras sin sonrisas de los empleados, hechos a dormir en jornadas imposibles como malabaristas de los horarios.

Es posible que sean las dos horas de espera previas a la salida del vuelo. Una mofa del destino, robarte otro par de horas a su lado.

A lo que seguro no me acostumbraré jamás es al sabor de su boca mezclado con el de sus lágrimas. A los besos agridulces llenos de intención más que erotismo. Plagados de promesas y hasta luegos. A pasar mi pulgar por sus mejillas, arrastrando el maquillaje que resbala libremente. A la humedad en mi camiseta cuando la abrazo y hunde su cara en mi pecho. A las miradas ajenas, curiosas, compasivas. Miradas que juzgan, que odian, que envidian. Las siento como una bandada de cuervos girando a nuestro alrededor.

Tal vez sea ese instante que se prolonga una eternidad al pasar el arco de seguridad, cuando atisbo por última vez su rostro. Forzamos una sonrisa, amarga y que se atora en lo profundo de la garganta.

¿Será acaso el sentimiento de que el mundo se retuerce sobre si mismo en una carcajada?

Todo sigue su curso. Las puertas automáticas se abren a mi paso y el viento vuelve a envolverme. El olor se disipa junto al rumor que dejo a mi espalda. Las caras inexpresivas y las miradas se despiden silenciosas. El sabor perdura en mi boca.


No. Nunca terminas de acostumbrarte. Quizá sea mejor así.    


                                         Thor Vargen, the fury of your maker hand.

1 comentario:

MakurA dijo...

Comentar estas entradas hace que uno se sienta incómodo.

Pero te leo y quería que lo supieras.

Un abrazo.

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